¿CuÔntas veces hemos suspirado pensando en la felicidad? La buscamos en las grandes conquistas, en el amor romÔntico, en el éxito profesional. A veces la imaginamos como una meta lejana, un destino al que llegar después de superar mil obstÔculos. Otras, creemos verla fugazmente en un momento mÔgico: una sonrisa espontÔnea, un abrazo cÔlido, un atardecer espectacular. Pero ¿qué es realmente la felicidad? ¿Es un estado permanente, un sentimiento efímero, o algo mÔs complejo? Todos ansiamos ese sentimiento, ese bienestar que nos llena de paz y energía, pero a menudo nos frustramos al intentar atraparla como un pÔjaro escurridizo. La búsqueda incesante, a veces, nos impide apreciar los pequeños momentos de alegría que se presentan a diario. Es como buscar una aguja en un pajar, cuando quizÔs la felicidad no es una sola cosa grande, sino una colección de pequeños instantes mÔgicos que componen un todo.

**Felicidad: luciƩrnagas en un frasco, brillo inasible.**

Esta hermosa metÔfora captura la esencia misma de la felicidad. Las luciérnagas, seres luminosos y libres, representan la alegría, la espontaneidad y la belleza efímera de los momentos felices. Intentar encerrarlas en un frasco, sin embargo, simboliza nuestra tendencia a querer controlar, poseer y definir la felicidad. El «brillo inasible» nos recuerda que la felicidad, en su verdadera esencia, es difícil de atrapar y poseer de forma permanente. No es un objeto que podemos adquirir o un estado que podemos mantener indefinidamente. Es un brillo que se presenta y se desvanece, que debemos aprender a apreciar en su fugacidad. A veces, el anhelo de una felicidad inmutable nos impide disfrutar del brillo que ya tenemos ante nosotros. Pensar en la felicidad como una meta a largo plazo a menudo nos impide disfrutar del presente, del aquí y ahora, donde reside gran parte de la dicha.

Por ejemplo, la felicidad no es sólo alcanzar el éxito profesional, sino también saborear el proceso, disfrutar del trabajo bien hecho y del aprendizaje constante. No es solo tener una pareja ideal, sino valorar la compañía, la confianza y el respeto que se construye día a día. No es solo tener una cuenta bancaria abultada, sino apreciar la capacidad de disfrutar de las cosas simples y de agradecer por lo que se tiene. Debemos cultivar la gratitud, la conexión con los demÔs, el cuidado personal y la búsqueda de aquello que nos apasiona. Es en estos pequeños actos donde reside la magia de la felicidad, en la capacidad de apreciar el brillo de las luciérnagas sin necesidad de poseerlas.

En conclusión, la felicidad no es un destino, sino un viaje. No es un logro final, sino un proceso continuo de aprendizaje y apreciación. No debemos buscarla con desesperación, sino cultivarla a través de la consciencia, la gratitud y el disfrute de los momentos presentes. Reflexiona hoy sobre qué pequeñas luciérnagas iluminan tu vida. Comparte tus pensamientos, tus pequeños momentos de felicidad. Recuerda que el brillo inasible de la felicidad es mucho mÔs valioso por su fugacidad, y su disfrute reside en la aceptación de su naturaleza fugaz y en la capacidad de encontrar alegría en el viaje, no solo en la meta.

Photo by Louis Paulin on Unsplash

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